MARÍA GABRIELA BECERRA ENRÍQUEZ
Íconos por excelencia del paisaje natural mexicano, la Iztaccíhuatl y el Popocatépetl son mucho más que dos magníficos volcanes: son deidades, son mito, son leyenda, son historia ancestral, son fuente de vida para millones de personas. Sus inconfundibles siluetas sobresalen en una serranía que no sólo ha perdido gran cantidad de sus bosques nativos, sino que empieza a perder su nombre, pues hoy pocas veces se ve en ella la blanca nieve que otrora la identificaba y los glaciares que todavía alberga están en franca desaparición por efecto del cambio climático global. Es la Sierra Nevada mexicana. La abundancia de bienes naturales alrededor de ella atrajo a las poblaciones humanas desde los inicios de la población del continente, fue el escenario donde floreció una de las grandes civilizaciones del mundo antiguo y actualmente ve expandirse vertiginosamente una de las urbanizaciones más pobladas del planeta. ¿Hasta dónde se pueden aprovechar sus ecosistemas y hasta dónde se deben conservar en tanto proveedores de servicios ambientales a las poblaciones humanas?, es la pregunta eje de la presente investigación que se inscribe en el discurso medioambiental contemporáneo.
