MATA ANAYA, JUAN
La formación de un lector, uno de los más fascinantes episodios educativos, no compete únicamente a los profesionales de la educación, aunque la sociedad les haya encomendado esa específica labor. Y si bien se espera que en las aulas prospere ese proyecto intelectual, también en las bibliotecas, los hogares o las calles se juega la suerte de un lector. Porque ser lector es un objetivo que concierne al conjunto de ciudadanos y no sólo a los estudiantes. Se aprende a leer y se alienta la lectura para, principalmente, conocer y conocerse, para abrir el mundo íntimo a la presencia de mundos extraños, para "promover sin desmayo la curiosidad intelectual, el entusiasmo, la razón, el atrevimiento, el libre albedrío, la avidez de verdad". Leer aparece así como un modo de vivir.
Tiempos perdidos, espacios ganados: «No era como antes». «Partir y acoger». «Una habitación y un desván» · La letra prometida: «Andar para saber andar». «Al final del camino» · Cruzar el pórtico: «Cita en una página». «Sin la ayuda de Ariadna», «Al amparo del jardín» · Pícaros y piratas: «Viejos mares, caminos nuevos». «La edad de los libros» · La sonrisa de la Gioconda: «El reclamo de las palabras». «Profesores y comediantes». «No era eso, no era eso» · Mirar, mirarse: «Preparar los ojos». «Fuera de nosotros». «Leer, pensar, escribir · Las palabras en su morada: «Los diversos libros», «Allí la fantasía» · El amor desinteresado: «El presente ayer». «Entregar lo que se ama»