Si la muerte es el único hecho que el
ser humano puede, a lo largo de toda su vida, dar por seguro e ineludible, si
se le brinda el derecho a elegir cómo será su vida, ¿por qué otros dictaminan
acerca de cómo debe morir?
Esta no es más que una de las preguntas
que los partidarios de la eutanasia activa se plantean, en particular aquellos
que han sentido, en alguna dolorosa ocasión, la necesidad de aliviar el
sufrimiento sin cura y el fin irreversible de un ser querido que ha expresado,
consciente y libremente, su deseo de no prolongar inútilmente su vida.
Los autores, que no son filósofos ni
intelectuales, ha querido aquí evitar el terreno equívoco de las respuestas
morales. Han preferido aportar toda la información necesaria para facilitar la
reflexión personal adecuada que permita tomar las decisiones pertinentes en
asunto tan íntimo e intransferible.