GAMBOA, JOSÉ MANUEL
Llega el avión, el microsurco y la Hi-Fi, y, tras los pasos de Pilar López, regresan de Nueva York, nuestros genios expatriados, Carmen Amaya, Rosario y Antonio, marcando el territorio flamenco con sus renovados pasos, poses y actitudes artísticas. De repente el arte jondo andaluz recobra el pulso por mor de unos virtuosos que se han refinado, madurado y crecido en Nueva York. Edgar Neville los acoge en su largometraje Duende y misterio del flamenco, que más bien debió denominarse del flamenconauta. El varón danzante toma la escena, siguiendo las huellas de Antonio por la tierra o en sus brincos airosos, reconvertido en el bailarín de España. Muchos de los valores que saltan a la palestra, todos bailando la farruca del Sombrero de tres picos conformada por los Ballets Rusos ¿podríamos hablar de la farrusa?, proceden de Nueva York: José Greco, Manolo Vargas, Roberto Ximénez, Luisillo, Roberto Iglesias, Ángel Pericet, Rafael de Córdoba, el maestro Granero Carlos Montoya, desde Manhattan, impone en el mundo la guitarra flamenca de concierto, y Lola Flores, el RAP. En 1955 comienza la fiebre españo