MIGUEL RIVERA
Sabemos que impartir docencia es complicado, pero es aquí donde el educador demuestra su compromiso con el legado de enseñar y comprender la necesidad o situación que cada estudiante podría estar atravesando. Especialmente los estudiantes de zonas rurales, donde a muchos les toca caminar largas distancias, a las orillas de las carreteras o atravesando montes sin la supervisión de un adulto. La mayor parte de ellos son niños humildes, algunos con problemas de salud, alimentación y su vestimenta no es la mejor. Esto sin mencionar muchas otras necesidades, pero cada uno de ellos, con un sueño de progresar y hacer la diferencia. Sus padres, son pocos los que llegan a terminar la educación primaria, dejándolos en analfabetismo y limitándolos a poder apoyar a sus hijos en sus asignaturas o en decisiones que puedan definir su futuro. Las políticas de gobierno que puedan beneficiar solo llegan a algunos de estos estudiantes, dependiendo de su localidad en la zona del país donde viven. Para aquellos menos afortunados, necesitamos más voluntarios con corazón humilde, y dispuestos a darle la mano al que la necesite. Nunca sabremos la diferencia que podemos hacer en la vida de uno de estos niños, si no lo intentamos.
