MAGALLÓN ROSA, RAÚL
Prólogo. Introducción Posverdad. Más allá de la mentira. La relación entre medios de comunicación y plataformas sociales en la aldea tecnolocal. La cultura de las fake news: un imán para plataformas, sistemas de mensajería y redes sociales. Votantes y consumidores cautivos. Facebook, Google y la pu-blicidad política segmentada. Nuestros datos (no) son solo nuestros. El mercado (no) regulado de los datos personales. Confundir lo local con lo glocal. Los estudios sobre fake news en EE. UU. Trump y las fake news. ¿Por qué llamarlo política e ideología cuando quiere decir dinero y poder? Rusia y su cultura de las fake news. Ciberguerra e infopropaganda en el siglo XXI. Rebelión en la granja electoral. Granjas políticas que parecen granjas de contenidos. Europa ante la desinformación. Cada elección es un nuevo desafío. La verificación de contenidos. La construcción de una red glocal de aprendizaje contra la desinformación. La regulación de la desinformación. ¿Regular los contenidos o legislar en torno a la forma en la que se presentan esos contenidos? Exploraciones de futuro. Nuevos formatos, narrativas y actores para la cultura de las fake news. Unfaking news. Pasado y presente de la desin-formación. Referencias bibliográficas.
Para comprender cómo hemos llegado al contexto actual se analiza la relación entre los medios de comunicación y las empresas tecnológicas en una aldea tecnolocal en la que las grandes corporaciones se han convertido en agentes de poder a nivel local y espejos de la realidad a nivel global. Esta simbiosis artificial permite reflexionar sobre la relación entre votantes y consumidores de información, el papel de la publicidad segmentada y el big data, así como en las consecuencias que tiene para el desarrollo y mejora de la calidad democrática de nuestras sociedades.
Resulta imposible no intentar esbozar este escenario a partir de los dos grandes agentes políticos que crean, distribuyen y colisionan en torno a las guerras informacionales del siglo XXI, EE. UU. y Rusia. Pero más allá del componente político, la desinformación tiene un claro objetivo económico. Con esa intención se pretende poner cara a las llamadas granjas de contenidos y describir las consecuencias que tienen tanto su existencia como su éxito para nuestro ecosistema informativo.