GARCIA VALDES, OLVIDO
Con la luna
de marzo llegó / la foto y todos / estábamos vivos...» Desde la perspectiva
sonámbula que se intuye en estos versos cabe leer el singularísimo libro de Olvido
García Valdés: un espacio en el que se funden la aguda realidad del mundo
y la conciencia de irrealidad de la vida. El paisaje y sus animales, las
imágenes de la memoria, los ciclos de la naturaleza, las condiciones de
existencia de las mujeres, las evocaciones oníricas, el trasunto pictórico de
las escenas, los objetos domésticos... todo parece estar bañado por una luz
extraña y abisal. Hasta que el lector comprende que quien habla ha conocido la
confidencia de la muerte, que sus ojos han sentido esa penumbra bullente
próxima a lo inorgánico. Y bajo una mirada así la vida no sólo resulta
precaria, sino irreal; nuestra presencia, aleatoria; evanescentes, las
relaciones con los otros; pero en la trama que tejen fragilidad y muerte, en el
libro asoma otra línea de fuerza: la necesidad de recuperar paulatinamente la
naturalidad de sentirse vivo y dar cuenta del mundo.
Con su diversidad de formatos,
donde lo breve y fragmentario convive con lo extenso, el verso con la prosa,
con su ascetismo verbal y sus insólitas transiciones, con su pretendido aire de
piezas inacabadas -saturadas, en realidad, de significación-, las composiciones
de Y todos estábamos vivos van
fraguando uno de los recorridos emocionales más intensos y complejos de la
poesía española contemporánea.