RACINE, JEAN
Andrómaca
La viuda de Héctor, el héroe de Troya, antes princesa y hoy esclava, antes venerada por su pueblo y hoy despreciada por quienes odiaron a su marido, vive presa en su ánimo del amor a su difunto esposo y el afecto por lo único que le queda de él: su hijo Astianacte. La libertad y la vida de ambos dependen del matador de Héctor, Pirro, quien, a su vez, se ve poseído por una violenta pasión por la noble princesa troyana.
Hermíone, prometida de Pirro y enamorada de él de un modo enfermizo, dominada por los celos y la envidia, no tiene más ansia que la de unirse a Pirro. Orestes, perdidamente enamorado de Hermíone, experimenta por ella un afecto que lo tiraniza hasta llevarle a renunciar a la libertad y la dignidad.
Estos amores no correspondidos de novela renacentista ponen el marco en que los personajes, juguetes todos ellos de sus propias pasiones y de las circunstancias, padecen el sufrimiento de enfrentarse a dilemas irresolubles que acabarán por destruirlos.
Ifigenia
Cuando Agamenón quiso vengar el rapto de Helena marchando contra Troya, los hados le eran hostiles: sólo sacrificando a Ifigenia, su hija, contaría con vientos y presagios favorables.
La ambición de poder domina al rey, dispuesto a todo por emprender la lucha y darse así mismo una oportunidad de alcanzar la gloria. En su ánimo, no obstante, queda un resto de decencia que le hace dudar.
Ifigenia confía ciegamente en su padre: si él ha decidido entregarla a la muerte, ella, como hija y como princesa, debe saber aceptar su destino y someterse a él. Y eso incluso después de saber que su padre la había engañado y que la promesa de boda con que la atrajo al campamento griego era sólo una trampa.
La inocencia se verá recompensada y la dignidad real será puesta en salvaguarda en un inesperado final feliz producido por una aparición repentina.
Fedra
El tema de la mujer madura atraída por un hombre más joven que ella que la rechaza bien por castidad, bien por experimentar otro amor más acorde en edad, es antiguo y barroco y moderno: en la Biblia, la historia de José y la mujer de Putifar; en Eurípides y Séneca, las tragedias Hipólito y Fedra, respectivamente; entre nosotros, El graduado o la Fedra de Jules Dassin.
El tema ofrece a los poetas inmensas posibilidades, según quieran ver a Fedra como un juguete de Eros o como una pervertidora; según quieran ver a Hipólito como un ejemplo de amor juvenil, de rectitud moral o de reprensible rechazo del sentimiento amoroso.
La incapacidad de Fedra para escapar a la aporía, atrapada entre la pasión envilecedora que se ha adueñado de ella y su dignidad y su decencia innatas, y el castigo de Hipólito, insensible ante el afecto y el sufrimiento de su madrastra, conducirán ambos a una muerte terrible e inútil.